¿QUÉ OCURRE CUANDO EL VINO ENVEJECE EN BARRICAS?
Escena nocturna: Luz suave, mantel blanco, cubiertos de plata. Por fin, frente a frente. Levantan sus copas y brindan:
—Cierra los ojos, así los aromas se sienten mejor— dices, disfrutando del vino tinto. Ella frunce el ceño, lo intenta, y de repente, una chispa:
—¿Tabaco? ¿Cómo es posible?— sonríes.
Aquí entra la magia del vino en la primera cita: enciende emociones y conecta sentidos. La palabra que buscas es boisé, un término francés que describe esos aromas profundos de un vino que ha madurado en madera, recogiendo notas de vainilla, tabaco, café o cuero. Estos aromas se desarrollan en barricas que transforman al vino en un universo de sabores y texturas.
LA HISTORIA DETRÁS DE LA BARRICA
La relación entre el vino y la madera comenzó por necesidad: las barricas eran más prácticas que las ánforas de arcilla para transportar grandes cantidades de vino. Pero, con el tiempo, se descubrió su gran influencia en la evolución del vino, aportando no solo estructura, sino una gama de aromas y sabores complejos.

¿QUÉ APORTA LA MADERA AL VINO?
La barrica trabaja en dos niveles: microoxigenación y liberación de aromas y taninos.
Microoxigenación: La porosidad de la madera permite un intercambio sutil de oxígeno, que suaviza el sabor y estabiliza el color del vino. Este efecto da lugar a un vino más aterciopelado, armónico y redondo.
Liberación de aromas y taninos: La madera también le añade al vino sus propios aromas y taninos, aportando esas notas terciarias que elevan la experiencia sensorial, como el aroma a vainilla, especias o chocolate, y taninos suaves y menos astringentes.