Tu prima es la estrella de las reuniones familiares. Perfil encantador, trabajo respetable, un novio siempre ocupado en mil cosas, y un padre que aplaude cada palabra suya. Los demás nos limitamos a asentir con sonrisas, lanzando alguna risa discreta detrás de la copa de vino. El sol sigue alto y, como suele pasar en estas reuniones, la botella en el centro de la mesa se ha agotado. Hace falta otro motivo de distracción.
Pides permiso, te levantas y vas en busca de más vino. Al regresar, echas un vistazo a la botella entre tus dedos y respiras hondo. Sabes lo que viene. En cuanto te sientas y tomas el sacacorchos, tu prima se queda mirando el vino con sorpresa.
—¿Y eso qué es?
Tu tío, siempre dispuesto, se apresura a responder:
—¡Yo sé! ¡Es el orange wine! —dice, con tono de experto. Todos se quedan en silencio, y tu prima frunce el ceño, visiblemente confundida. En estos momentos tienes dos opciones: dejar que el silencio reine (o peor, que tu tío siga hablando) o aprovechar para hacer una breve explicación que capte la atención sin aburrir a nadie. Es tu oportunidad, así que vas directo al grano.
Comienzas con algo llamativo:
—Estamos a punto de beber un vino tinto disfrazado de blanco.
Con esa frase, capturas su interés. Pero ahora llega la parte importante: explicar de qué va el vino naranja sin perder a la audiencia.
¿QUÉ ES EL VINO NARANJA?
Para empezar, los vinos naranjas, o “blancos macerados,” son vinos hechos con uvas blancas pero vinificados como si fueran tintos. Esto significa que, a diferencia de los vinos blancos comunes, el vino naranja permanece en contacto con los hollejos (la piel de la uva) durante su fermentación, lo que le da un color intenso y una estructura más robusta. Si ves que alguien levanta una ceja, añade: a diferencia del vino blanco, donde el mosto se separa rápidamente de los hollejos, en el vino naranja este contacto es prolongado, dando como resultado un vino con más carácter, color y complejidad aromática.
Tu tío observa su copa con curiosidad:
—¿Así que los hollejos lo hacen naranja?
—Exacto —le dices—. Dependiendo de cuánto tiempo dure la maceración, el color y el sabor cambian. Cuando el tiempo de contacto es corto, el vino tiende a tener un tono dorado con toques cálidos y mantiene una estructura más ligera. En cambio, si el tiempo de contacto es largo y en un ambiente oxidativo (con presencia de oxígeno), el vino adquiere un color ámbar intenso, se vuelve más estructurado y desarrolla un perfil de aromas complejos. Es como un tinto en alma, pero con una piel de blanco.
Tu prima, aún algo escéptica, comenta:
—Esto suena como una moda pasajera.
Aprovechas para darle un poco de contexto: aunque el vino naranja ha ganado popularidad en los últimos veinte años, en realidad no es una novedad. Los vinos macerados tienen raíces antiguas en la tradición vitivinícola. Es, en cierto modo, un redescubrimiento de técnicas ancestrales.
UN VINO CON HISTORIA
El origen del vino naranja se remonta a más de 6,000 años, en las tradiciones de la antigua Georgia, donde se usaban grandes ánforas de barro llamadas kvevri para fermentar el vino. Enterradas bajo tierra, estas ánforas permitían una fermentación lenta y prolongada en contacto con los hollejos, lo que resultaba en vinos de color ámbar y carácter profundo.
A principios de los 90, en la frontera entre Italia y Eslovenia, viticultores visionarios como Stanko Radikon y Josko Gravner decidieron recuperar esta tradición, revitalizando el uso de la maceración en vinos blancos. Hoy en día, esa región es conocida como la cuna moderna del vino naranja.
Notas una gota de sudor en la frente de tu tío: el interés se mantiene, pero es hora de ser breve. Si aún tienes su atención, puedes agregar que los vinos naranjas suelen estar ligados a la filosofía de los vinos naturales. Comparten una visión contracultural y artesanal: se privilegia la fermentación espontánea y, a menudo, se evita el uso de sulfitos añadidos. Todo esto hace que el vino naranja sea una experiencia sensorial única, ideal para quienes buscan algo fuera de lo común.
Pero tu prima ha comenzado a hablar sobre las últimas aventuras de su novio, robándote nuevamente la atención del grupo. Aprovechas el momento para proponer un brindis por este vino especial, que ha añadido un toque de historia y un poco de emoción a la reunión familiar. ¡Salud por este momento y por los vinos que nos invitan a redescubrir lo tradicional con ojos nuevos!


