UN ALMUERZO NAVIDEÑO Y UNA DUDA...
Almuerzo de Navidad. La comida ha durado más de la cuenta y los restos de nueces y cáscaras de mandarina marcan un final cercano. Justo cuando casi logras escabullirte al sofá, tu tío, sabiendo de tu pasión por el vino, lanza su eterna duda:
—¿Es cierto que en el barril pequeño se guarda el mejor vino?
Es una cuestión antigua, y el tío la acompaña de alguna historia familiar y una mención a los franceses y su famosa barrique. Aquí tienes la oportunidad perfecta para explicarlo de forma breve y concisa.
La crianza del vino puede hacerse en recipientes de distintos materiales, y cada uno aporta características específicas. Dos factores clave son:
- Porosidad del material: La capacidad del recipiente para intercambiar pequeñas cantidades de oxígeno con el exterior, conocida como “microoxigenación”, ayuda a suavizar los taninos y estabilizar el color del vino.
- Liberación aromática: Algunos materiales pueden aportar sus propios aromas, lo que añade complejidad al vino.
Además, existen otras características, como la inercia térmica del material y su facilidad de limpieza y manejo, que también influyen en la elección del recipiente.
Los materiales de crianza y su impacto


1. La Terracota: Historia en cada Gota
La historia de la crianza en terracota comienza con los antiguos recipientes de arcilla, como las ánforas. La terracota, según la temperatura de cocción, puede variar en porosidad: a mayor temperatura, menor intercambio de oxígeno. Este material aporta un cierto “toque terroso” al vino, aunque algunos defienden que la influencia es más táctil que aromática. Además, la terracota tiene una buena inercia térmica, y cuando se utiliza enterrada, como en Georgia, ayuda a mantener el vino a una temperatura constante.


2. LA MADERA: EL INGREDIENTE QUE REVOLUCIONÓ EL VINO
La madera se incorporó al mundo del vino gracias a su practicidad para el transporte, pero pronto se convirtió en el gran aliado de la crianza. Entre los tipos de madera más comunes se encuentran el roble, la acacia y el castaño. La madera tiene varias variables que afectan al vino: su tamaño, la variedad del árbol, el grado de tostado y la edad de la barrica. En barricas nuevas, la madera libera compuestos aromáticos intensos y permite un alto nivel de oxigenación, pero con el tiempo estos efectos disminuyen.
Generalmente, cuanto menor es el tamaño de la barrica, mayor es el impacto de la microoxigenación y la influencia aromática. La madera, en especial el roble, aporta al vino notas complejas de vainilla, caramelo y especias, otorgándole una personalidad distintiva.
3. CEMENTO: ESTABILIDAD Y NEUTRALIDAD
El uso del cemento en bodegas es más reciente. Aunque estos tanques suelen ser grandes e inmóviles, su capacidad de inercia térmica es incomparable, y no influyen en el perfil aromático del vino. Aunque el cemento en bruto permite algo de intercambio de oxígeno, la normativa actual exige que los tanques estén vitrificados o recubiertos con pintura alimentaria, lo que prácticamente elimina esta porosidad. Es ideal para vinos que buscan una maduración lenta sin interferencias aromáticas.


4. acero inoxidable: precisión y versatibilidad
El acero inoxidable es el más moderno de los recipientes y una opción común en la vinificación actual. Al igual que el cemento, no aporta aromas al vino, permitiendo que las características propias de la uva y el terroir sean las protagonistas. La ausencia total de porosidad permite una maduración extremadamente controlada, ideal para vinos jóvenes y frescos. Su facilidad de limpieza y bajo peso también lo convierten en una opción práctica en las bodegas.
ENTONCES, ¿CUÁL ES EL MEJOR MATERIAL?
La realidad es que no existe un material “perfecto” para la crianza del vino. Cada uno aporta algo distinto y depende de muchos factores: la tradición, las características de la uva, el estilo deseado y, por supuesto, la visión del enólogo. La crianza del vino es tanto un arte como una técnica, donde cada detalle suma. Un gran vino nace de la sensibilidad y el conocimiento de quien lo elabora, equilibrando tradición, innovación y la singularidad de cada cosecha.
Porque en el mundo del vino, el verdadero secreto es que no hay receta perfecta: cada botella es única, y eso es lo que la hace especial.